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Where to go?

THE VINEYARDS

Château Pape Clément

Château Pape Clément en Burdeos se coloca entre los Grands Crus Classé por sus vinos tintos y blancos en la Clasificación de vino de Graves de 1959.

Es la finca vinícola más antigua de Burdeos, cosechando su cosecha número 700 en 2006. El vino y viñedos están ubicados en el ejido de Pessac, al suroeste de la ciudad de Burdeos.

Château La Tour Carnet

Una de las propiedades más antiguas en el Médoc, la hermosa torre medieval de La Tour Carnet, los tesoros de los trovadores, el espíritu de Michel de Montaigne y La Boétie… y una majestuosa suite decorada de acuerdo con la historia del castillo. El castillo está provisto de un gran carácter y contempla sus 900 años de historia en el agua del foso circundante, sólo atravesado por un elegante puente elevadizo.

Sea cata de vino – un crecimiento clasificado de la denominación Haut Médoc – o la celebración anual de un premio literario, Château La Tour Carnet cautiva tanto a escritores como aficionados a los vinos finos.

Château Fombrauge

Este antiguo monasterio cartujo conserva algo de su pasado religioso. De hermosas proporciones, Château Fombrauge ha sido una finca vinícola desde el siglo XVI.

Desde su adquisición por Bernard Magrez, ha sido sede de innumerables conciertos y músicos invitados y en sus largos corredores se puede escuchar regularmente el eco del sonido de los Stradivarius más famosos. Las filas de viñedos perfectamente alineados se extienden hasta el horizonte como cuerdas esperando pacientemente a vibrar bajo las manos de los trabajadores.

Esta sinergia entre el hombre y la naturaleza llevó a la creación de uno de los más antiguos grands crus classés en Saint-Emilion: Château Fombrauge. Este patrimonio y el sabor único del vino se continúa perpetuando.

Saint-Émilion

La historia de San-Émilion se remonta a tiempos prehistóricos y es un sitio de Patrimonio Mundial, con fascinantes iglesias Románicas y ruinas extendiéndose a lo largo de calles inclinadas y estrechas.

Los Romanos plantaron viñedos en lo que se convertiría en San-Émilion, desde el siglo II. La ciudad fue nombrada en honor al monje Émilion, un confesor viajero, que se asentó en una ermita excavada en la roca en el siglo VIII. Fueron los monjes que le siguieron los que comenzaron con la producción comercial de vino en la zona.